"En el fondo soy una buena chica. Pero también puedo ser una bruja. Soy una persona muy perfeccionista y tengo que soportar mucha presión. A veces, cuando quieres conseguir algo no tienes más remedio que ser una auténtica bruja". (Madonna)

MEDITACIÓN TRASCEDENTAL (Ensayo sobre la amistad.- Por: Fito Páez)

Discordia. La amistad en la música. Qué difícil. En la música se crean unos lazos tan extraños. Hacer música con otro es como charlar: pero metés en el medio un lenguaje, una corporeidad más, que de algún modo impone el tema de la charla. Diría que más que una amistad hay una lucha de poderes. El jazz, por ejemplo, tiene como método la improvisación -el antimétodo-, pero siempre que dos solistas se escuchan en realidad están disputándose, y esa escucha-disputa siempre está bajo el mando de alguien. La amistad sin una idea de poder -la amistad como hecho afectivo y social- es muy extraña en la música. En la música manda la música. Y además está el dinero. El negocio. Un amigo es alguien que te llama a las cinco de la mañana para decirte que tiene ganas de tocar. Y me sobran los dedos de una mano para contarlos.

Elogio del sin sentido. La amistad es algo mucho más abierto: no tiene por qué haber tema de charla. Lo que tiene de lindo, justamente, es el no motivo. El sin sentido de la amistad: son amigos porque hay empatía y punto. No hace falta que vos seas escritor, ni yo músico, ni el otro verdulero. Cuajamos, eso es todo. La amistad tiene que ver con algo mucho más brutal, más bestial, donde no hay otro interés que el afectivo. Afecto puro. En realidad, yo diría que para hacerme amigo de alguien con quien tengo una relación musical tengo que liberarme de la música.

La vía regia. Es cierto que la música me deparó amigos. Con Gerardo Gandini, por ejemplo, todo empezó con una suerte de excusa musical. No sé si terminamos amigos -tal vez seamos padre e hijo putativos-, pero en todo caso se armó una relación maravillosa. Discutir de música es otra vía de acceso: muchas veces la discusión musical funciona como un revelador de la relación y ayuda a conocerse. Uno descubre que está haciendo amigo cuando empieza a darse cuenta de que tiene en la vida la misma charla que tenía en el plano musical. Excesos de tensión o de blandura, cosas que están demasiado prolijas y necesitan pudrirse un poco...

Sabina y yo. No suelo envidiar amistades ajenas. Y de haberlo hecho, no habría envidiado precisamente la de Lennon y McCartney. Salvando las distancias, te diría que con Joaquín tenemos una relación muy parecida. Mucha interna, mucha lucha, mucho conflicto. Ahí aparecen cosas muy interesantes... Es una amistad, sin duda. Pero una amistad que se rompe permanentemente y se vuelve a retomar. No éramos amigos "de antes". Lo que hubo antes fueron borracheras: ese estado como de preparación amistosa. Ahí es donde uno empieza a testear al otro para ver si alguna desnudez es posible.

Confesiones verdaderas. Hay muchos actos que definen una amistad, pero para mí lo esencial es la posibllidad de escuchar otra versión. Recibir ese rebote. Dialogar, escuchar y rebotar. Y después, me parece, hay un gesto decisivo que tiene que ver con las pasiones. Ese momento en el que, a través de un hecho equis, revelás todo y abrís el juego: una franquicia. Ahí, en esa desnudez, me parece que se puede empezar a hablar de amistad. No antes. Yo necesito esa suerte de momento confesional -tanto en mí como en el otro- para que algo arranque. No sé si se trata de compartir un secreto: lo confesional, si es sincero, es más bien algo que esta fuera de la cultura y rompe con las formas establecidas.

Virilidad. Hay una mirada cultural sobre la amistad que la exacerba mucho. El mito de la bonhomía. Y también está el mito de la amistad entre hombres, que por otro lado es fabuloso. La amistad como el lugar a donde los hombres siempre pueden volver. Una especie de hogar, o el reemplazo de un buen padre. Porque las mujeres, según el mito, son malas, jodidas, engañosas. Son más inteligentes que nosotros, que somos la fuerza motriz del mundo y no tenemos tanto tiempo para la maldad.

El punto sexy. Cuando pienso en el sexo soy conservador: llamo sexo a una situación brutal. Nunca pienso: "Ah, estoy sublimando mi sexualidad en una relación amistosa". Pero creo que la amistad también maneja electricidades sexuales. Entre hombres y entre mujeres. Sólo que ese factor sexual... Como las interpretaciones de la belleza, las leyes de la atracción son infinitas. Vivi Tellas dice algo que me parece genial: la inteligencia es sexy. Y esa atracción bien puede derivar en un lazo amistoso. Por lo demás, a todos mis amigos les encuentro un punto de encanto singular: un gesto en la cara, una cierta manera de caminar. Un punto de elegancia que me fascina. Lo mismo me pasa con mis amigas: no puedo negar que por todas ellas siento alguna forma de atracción sexual. Pero ese impulso no es tan fuerte como la relación amistosa, que es justamente lo que a mí me interesa cuidar.

El ayuno imposible. Dudo que pueda vivir sin amigos. Tendría que sentir demasiada repulsión por el mundo. Pero en algún momento la he tenido. Después del asesinato de las viejas, en Rosario, me armé una figura psíquica muy extxaña: no quería establecer lazos con nada ni con nadie, porque lo iba a perder y esa pérdida me iba a causar dolor. Era una mirada un poco ingenua, muy violenta, que sostuve durante un par de años. Después me ganaron las relaciones y el mundo. De hecho.

Cherchez la femme. En el caso de los hombres, lo que puede poner fin a una amistad es una mujer. Una tercera en común, digamos. Porque lo que se juega ahí es una intimidad terrible, muy poderosa, que es precisamente lo que distingue la amistad de una relación de pareja. Y cuando se rompe ese pacto es dificil volver atrás. En ese punto, la relación amorosa es una pasión: algo ingobernable, un absurdo capaz de hacer hacer o decir cosas atroces. Una amistad es tomarse un vino, pasarse un buen rato, charlar, perder la cabeza, pero también es un tipo que te dice: "Guarda, niño, que la estás cagando". Un lugar de tranquilidad pero también, a la vez, de cuestionamiento. Pero es cierto que cuando una amistad empieza ponerse apasionada es señal de que hay algo más. O que algo hace ruido.

Elegancia. Soy confesional, sí, pero los modos de la amistad, pero los modos de la amistad, por suerte, son diversos. También me interesa mucho el modelo Borges-Bioy. Esa suerte de distancia elegante donde cada uno marca su territorio y reconoce el del otro. Hay cosas que no se pueden decir, hay cosas que los dos saben de la relación y que es mejor callar para no romper el lazo. En todo caso, para mí, el denominador común es definitivamente la elegancia. Ser fiel al propio espacio, respetar el del otro y ver qué hay en común; y eso que hay en común, exaltarlo. Es fantástico: te ayuda a vivir en el mundo, a ser más generoso, a no cargar con tanta mierda. Con el touch de un amigo todo se vuelve más interesante. Por eso me encanta que mis amigos se conozcan entre sí. Juntar mundos diferentes, o encontrar afinidad entre planetas diferentes. Ahí la vida te regala cosas.

Joya. Tal vez la traición sea la amenaza donde la amistad se toca con las relaciones de pareja. Se rompe una intimidad, y la relación se pone en peligro. Pero en casos de traición tengo mi coartada. Me digo: "Y yo que pensaba que éramos amigos..." La traición corta una amistad, pero también la deshace retrospectivamente, cuando uno analiza la relación con la perspectiva del tiempo. Ojalá pudiéramos, en ese punto, perder deliberadamente el gesto ciego de la pasión. Creo que es interesante que la amistad no sea ciega. Que tenga reglas, que sea medida. Hay algo que respetar, y ese respeto es como la joyita de la amistad.

Fito Páez.
*Este texto apareció en la revista Argentina Página/30.

1 comentario:

Dylan dijo...

Levántome y quitóme el calzón... perdón, el sombrero, ante tanta sapiencia.

Lo que hizo este blogg una realidad es la verdad bestial de nuestra amistad, sin importar la procedencia y mucho menos la trascendencia.

Las quiero un madrero.

(¿Puedo decir madrero?)