"En el fondo soy una buena chica. Pero también puedo ser una bruja. Soy una persona muy perfeccionista y tengo que soportar mucha presión. A veces, cuando quieres conseguir algo no tienes más remedio que ser una auténtica bruja". (Madonna)

En busca del jardín de la madre de mi madre



Cuando estaba en la universidad, decidí tomar un curso sobre literatura escrita por féminas…


Siempre me acordaré del ensayo de Alice Walker, En busca de los jardines de nuestras madres, que leí en ese curso de literatura. En este escrito, la autora habla de nuestras abuelas y nuestras madres, cómo eran sus vidas. Mujeres que no tenían otra opción que casarse, llenarse de hijos (cuando buscaban un poco de amor) y verse envueltas en las faenas del hogar. Aunque el escrito hace referencia a la mujer africana-americana que vivía en los en los Estados Unidos de principios del siglo pasado, no pude dejar de hacer una conexión entre esas mujeres que vivían sin poder tener las libertades que hoy día tenemos, y las mujeres de todos los lados; las mujeres de antaño; las que no conocieron escuela; las que tenían que responder sexualmente al marido sin poder negarse cuando quisieran; las que siempre vivieron rodeadas de hijos; las que vivían sin identidad; las que renunciaban a ellas mismas para ser de otros, de la familia. Walker se preguntaba en qué momento estas mujeres podían divertirse, alejarse un poco de la rutina, o simplemente darle rienda suelta a su creatividad. Era imposible que estas mujeres se dedicaran por completo a servir y trabajar para la familia sin tener un espacio para ellas. Es cuando ella descubre que su madre mostraba su creatividad en el jardín de su casa. Más de cincuenta tipos de flores y plantas engalanaban el patio de su casa. Allí mantenía éste en tan buen estado, que mucha gente se detenía frente a la casa de la madre para admirar el hermoso jardín que había podido construir con sus manos.


Desde pequeña, mi familia acostumbraba a hacer unos viajes al centro de la isla para visitar mi abuelo. Era un hombre que había enviudado hacía unos treinta años atrás. Vivía en medio de un bosque tropical, en la que había que cruzar un río para llegar a la falda de la montaña que lo albergaba. Luego, había que caminar unos dos kilómetros para llegar hasta la casa en la que una vez habitó mi abuela. Ésta murió cuando mi madre tenía dieciséis anos, de la forma más trágica. Quiso aprender a manejar autos y su hijo se ofreció a enseñarle. Mientras manejaba por las estrechas curvas de aquel campo, un auto que tocaba la bocina, trataba de pasarle por su izquierda. Ella, para darle paso, corrió el carro a la derecha sin percatarse que estaba justo encima de un puente. El vehículo cayó por el risco, y ella murió al instante. Mi tío, en aquel entonces un chico de diecisiete, la tomó muerta entre sus brazos y la llevó caminando hasta el pueblo.


Por alguna razón, la figura de mi abuela me ha llamado la atención. Casada con un hombre cuyos padres no la aceptaban, tener que despegarse por motivos económicos de sus dos hijas, y su tan recordado carácter intenso, despertó en mí el deseo de conocer el jardín de la madre de mi madre.


¿Cómo sería el jardín de ella? Insistí en volver a la casa abandonada- mi abuelo había pasado a mejor vida- y buscar por todos lados algún indicio de creatividad de esa mujer que capturó mi atención. Busqué por todos los rincones de la pequeña casa de madera y nada encontré. Quedé un tanto decepcionada, pues en mi intento estaba el más ferviente deseo de poder encontrar el lazo que me uniera a ella, de ver cómo nos parecíamos.


Le comenté mi interés de conocer más sobre la vida de ella a su hermana, que se hizo cargo de mi madre y mi tía. Le pregunté cómo era, qué le interesaba… Descubrí que mi abuela dibujaba, bordaba, tejía y escribía poemas. Entendí que al igual que yo, ella tenía ganas de grabar ideas, sentimientos y pensamientos sobre papel. ¿Qué habrá escrito? Lamentablemente, nunca lo sabré. De todas formas, quedé satisfecha con solo saber que mi abuela era mujer creativa, aguerrida, intensa y apasionada. Luego, mi tía abuela sacó una bolsa con una hermosa colcha tejida en crochet y me la regaló.


Muchos años después que mi tía abuela me obsequiara la colcha, sigo pensando en la gran mujer que fuemi abuela, en su corta vida, en cómo la vivió. Y creo que hoy, después de pensar mucho en ello, puedo verla sentada frente al más hermoso jardín que ella pudiera tener: la vegetación silvestre que hoy todavía adorna esa mágica montaña. Allí, espectadora de tan hermoso paisaje, daba rienda suelta a su imaginación: quizá tejiendo esa colcha a crochet o tal vez inventando algún poema de amor.

3 comentarios:

Anna Ge dijo...

Es una de las cosas más bonitas que he leído. Las historias reales son las que verdaderamente motivan.

Creo que habrá que hacer un análisis más profundo sobre en qué nos parecemos a nuestras abuelas, porque yo soy bastante parecida a la mía.

Gracias por escribir esto en un momento en que lo necesitaba, tkm!!

Anónimo dijo...

Es una hermosa historia llena de sentimientos, fácil de asimilar y recrear el escenario que en el texto nos relata. Sinceramente me gusto mucho.
Hace algún tiempo escribí algo dedicado a mi abuelita, si vistas mi blog encontraras en el mes de mayo un post titulado: "Adiós mami Dorita".

Saludos desde Japon.
http://miradorlatino.wordpress.com

Lady Mara Grandchester dijo...

Simplemente hermoso...